René Olivares no fue un músico. No tocó una nota en los escenarios ni grabó una sola línea melódica. Y sin embargo, su obra visual fue inseparable del imaginario de Los Jaivas, la banda más emblemática de la fusión andina-psicodélica en Latinoamérica. Fallecido en octubre de 2025 en París, Olivares deja un legado que trasciende el arte gráfico: creó una identidad visual colectiva que transformó la experiencia musical en una vivencia total. Pintor, ilustrador, símbolo. El rostro invisible de una banda que conquistó el alma del continente. 

Nacido en Santiago en 1946, René Olivares Espínola creció en un entorno rodeado de letras, política y dibujo. Su padre fue periodista y director de la revista satírica Topaze, y su madre, una artista autodidacta. Desde los 12 años comenzó a colaborar ilustrando revistas infantiles, y más tarde trabajó como rotulador e ilustrador en publicidad. El golpe de Estado de 1973 lo llevó al exilio en Francia, donde recaló en la efervescente ciudad de París. Fue ahí donde, caminando por Providencia en 1972 —antes del exilio—, se encontró por primera vez con Gato Alquinta. Esa coincidencia se convertiría en una de las alianzas artísticas más singulares y profundas de la música chilena. Con su muerte, René Olivares deja un legado que se sigue reproduciendo cada vez que un vinilo de Alturas de Macchu Picchu gira, o una imagen suya recorre internet. Su arte construyó una mitología visual que ayudó a consolidar una identidad sonora continental.

Su obra no solo forma parte del patrimonio estético de una banda, sino de una forma de entender América Latina: sin fronteras, llena de símbolos, memoria y fuerza telúrica. Pintó la música. Le dio rostro al mestizaje. Convirtió lo invisible en símbolo.

“Apenas él supo que yo pintaba, esa misma tarde me preguntó si podía conocer mi trabajo”, contó Olivares en entrevistas más recientes.

Lo que vino después fue una sintonía casi mística entre el lenguaje plástico y el sonido de Los Jaivas.

Pintar lo invisible: un arte espiritual.

La primera obra que marcó su vínculo fue la portada de El Indio (1975), un dibujo ya realizado por Olivares que dejó impactado a Alquinta y a toda la banda. La imagen —un ser ancestral rodeado de montañas y energía solar— se convertiría en emblema del disco y en punto de partida de una iconografía única.

“Con René nos conocimos cuando descubríamos una afortunada coincidencia entre nuestra propuesta musical y su obra plástica”, dirían después Los Jaivas.

Desde entonces, Olivares acompañó con sus trazos a la mayoría de los discos de la agrupación, creando carátulas que no solo ilustraban los álbumes, sino que narraban un mundo visual paralelo, lleno de espiritualidad, naturaleza y mestizaje cultural.

Las portadas que marcaron la historia.

El trazo de René Olivares se convirtió en un sello inconfundible de Los Jaivas. Su estética combinaba lo andino, lo cósmico y lo psicodélico, construyendo un lenguaje propio. Estas son algunas de las más icónicas:

  • La Ventana (1976): Una explosión de colores, figuras andinas y psicodelia que sintetiza la búsqueda musical del grupo.

  • Alturas de Macchu Picchu (1981): Inspirada en la ciudad inca y el poema de Pablo Neruda, esta portada se volvió símbolo continental.

  • Aconcagua (1982): Representa el monte más alto de América, símbolo de poder y espiritualidad andina.

  • Hijos de la Tierra (1995): Reafirma el lazo de la banda con la naturaleza y los pueblos originarios.

“Sus carátulas no eran decorativas. Eran mapas, altares y espejos del alma”

Cabe señalar que El Volantín (1971), el primer disco de la banda, no fue ilustrado por Olivares, ya que aún no era parte del colectivo.

Estética e identidad: un análisis desde la cultura visual

El trabajo de Olivares no ha sido solo celebrado por la crítica musical, sino también analizado desde el ámbito académico. En su estudio sobre las carátulas de la música popular chilena, la investigadora Claudia Pinto Morales destaca que estos soportes visuales operan como “espacios de mediación simbólica entre la música y sus audiencias”.

En ese sentido, Olivares fue constructor de un imaginario identitario para Los Jaivas y, por extensión, para la cultura popular chilena de exilio y resistencia. Sus imágenes no sólo decoran, sino que articulan significados: la montaña como madre, el cóndor como espíritu guía, la mujer como origen cósmico.

“Las carátulas de Olivares comunican visualmente el mismo mestizaje sonoro que expresa la música: lo ancestral y lo moderno, lo espiritual y lo terrenal”

El anonimato en París y la persistencia del mito

René Olivares vivió más de cuatro décadas en París, alejado del circuito artístico tradicional y sin mayor reconocimiento público. Pintaba murales, cuadros, decoraciones… y seguía creando. “Ser pintor en París es como ir a vender helados al Polo Sur”, decía con humor.

Vivía en el Barrio Latino, donde acumulaba cientos de obras, muchas de ellas inéditas, repletas de símbolos precolombinos, paisajes de la cordillera y figuras míticas femeninas. Nunca dejó de ser el pintor de Los Jaivas. Pero tampoco buscó capitalizar esa identidad.

“La fantasía es lo más delicado que tiene el ser humano”, solía decir.

En 2023, recibió un homenaje en vida con la inauguración del mural de la estación Cal y Canto del Metro de Santiago. Allí pintó a Los Jaivas y al río Mapocho como símbolos de vida, historia y cultura popular.

El adiós de una hermandad artística

Cuando falleció, el 13 de octubre de 2025, Los Jaivas publicaron un emotivo comunicado:

“No hay Jaivas sin René Olivares ni René Olivares sin Jaivas.”

“René es el Jaiva de rostro incógnito y casi nada conocido por seguidoras y seguidores. Sin embargo, su presencia pictórica y estelar persiste en la conciencia de los que gustan de nuestra música.”

Con estas palabras, el grupo despidió no solo a un amigo, sino a un miembro esencial de su ser artístico.